En las termas, los romanos podían bañarse ya que no tenían agua corriente en casa. Podían bañarse en baños privados (bulnea) o en baños públicos (thermae).
Las termas se convirtieron en centros lúdicos donde se podía nadar en sus piscinas, pasear por sus jardines, leer en sus bibliotecas, recibir masajes o hacer deportes en sus gimnasios.
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